“Blancanieves se negó a ser sirvienta de los enanos, y no le permitieron entrar a la casita. La Cenicienta demandó por maltrato a su madrastra. “Sin escopeta, no entro al bosque,” dijo Caperucita, después que el Lobo la siguió por primera vez.
(Su abuela, nunca abría la puerta sin
asomarse antes). Piel de Asno se atrevió a denunciar el incesto de su padre. La Sirenita no murió de amor. Tampoco se ilusionó
con que un príncipe se casaría con ella.
Cuando La Bella
conoció a La Bestia, lo
quiso tal cual era, Sin esperar milagros de ninguna clase. Ricitos de Oro ni se atrevió a probar la sopa; Los osos
la habrían devorado de inmediato. La Princesa del Guisante no aceptó dormir sobre tantos colchones,
y les gritó que si dudaban de su linaje, se fueran todos al infierno. Alicia, jamás viajo al País de las Maravillas
Y La Bella Durmiente se acostó aburrida, porque nunca le
permitieron hacer lo que quería.
Estos son los cuentos, hija mía.
La vida se encargará de contártelos.”
Pedro Bravo-Elizondo
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